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miércoles, 13 de febrero de 2013

En busca de los gatos perdidos: el por qué de este blog



Ya me iba sin verlos. Empezaba el segundo cuatrimestre de tercero de carrera  el lunes 11 de febrero, festivo en Cádiz y el día más puro y divino para vivir el verdadero carnaval. Ya me iba sin verlos pero me quede sin billete de tren.

El viernes, en la final del Gran Teatro Falla, los eche de menos; el sábado los busqué entre botellonas y borrachos, no había ni rastro de ellos, eso sí, fue uno de los disfraces que más se repitió en la noche y el domingo volví a insistir y me recorrí todo Cádiz escudriñando sus calles y sus plazas en busca de estos felinos tan escurridizos. 

El lunes, antes de saber que no volvería a Sevilla, retenía una pena muy grande de los días anteriores. Estaba deseando verlos, me había quedado con ganas de escucharlos en “la gran final”. Investigué en la red: web oficial, twitter, facebook…un trabajo que me llevó un rato pero finalmente tenía todas las pistas para seguir sus huellas por La Tacita.

Sobre las tres y media de la tarde cogí el autobús con mi prima y mi madre. Teníamos claro el objetivo del día: ver a Los Gatos Callejeros bien cerquita. Cuando bajamos del bus nos pusimos manos a la obra. La primera pista nos llevaba a San Antonio pero de camino, en una plaza Candelaria abarrotada, nos tropezamos con el concurso de chirigotas de la peña de La Estrella. En ese momento actuaban unos caracoles que no los había visto antes y nos paramos a escucharlos un rato. Estuvieron geniales; el estribillo muy simpático y participativo. Todo el público acabó cantando “Rajoy, saca los cuernos y ponte al sol” y tras esta agrupación salieron los curas y las beatas más encantadores de Cádiz. La chirigota del Sheriff, como siempre, nos hizo reír y pasar un buen rato.  Como ese día la noticia era la dimisión del Papa no faltó las bromas sobre el asunto y tanto gaditanos como visitantes estaban volcados con los chistes del Lulú y el Sheriff. La multitud acabó coreando el estribillo que tenía incluso coreografía.
Actuación de la chirigota Los Secretos en la plaza Candelaria
Tras disfrutar un poco de las buenas chirigotas, volvimos a las andadas. En cada esquina una ilegal llenaba las calles. Una pena que no existan horas para poder escuchar cada una de las agrupaciones que conquistaban cada rincón. De camino todavía a San Antonio, en la calle Ancha nos encontramos el coro Khumbayá. Si soy sincera no soy mucho de coros pero este me cautivó desde el primer momento por el tipo. Nos paramos a escucharlos y me sorprendió sobremanera lo bonito que sonaba.

 Finalmente, llegamos a San Antonio y allí había “cuatro gatos”. Estaba la plaza vacía. ¡Ea!, les había perdido el rastro de nuevo pero no me di por vencida. Sabía que actuaban en San Agustín, así que caminamos hacia allí. Cuando nos estábamos acercando a la plaza ya sabía que estaban actuando, no por el olor a felino, sino por la multitud de personas que se amontonaban en la plaza. No se veía nada, un par de gorritos con orejas puntiagudas de fondo. El sonido aún peor, el escenario no tenía micros ni altavoces y no se escuchaba apenas.

Cuando finalizaron la actuación nos acercamos, me hice una foto con Rubén, el bombo de la agrupación de los Carapapas y le preguntamos donde actuaban después. Nos dijeron que en frente del Cañón, un ultramarino bastante conocido en Cádiz. Decidimos ir antes que nadie para coger sitio. ¡Qué ilusas!, cuando llegamos estaba el coro La Cañonera y no entraba un alfiler. A base de empujones conseguimos un buen sitio en la plaza y escuchamos el final de la actuación. 
Con Rubén, componente de la comparsa Los Gatos Callejeros 
Por allí no aparecía ningún minino; hasta que llegó Zeus de rojo con su saxofón de tubos reciclados y con dos colas: la del disfraz y otra de niñas que le seguían. Total, que nos unimos y airada descubrí que estaban en un lado de la plaza Mendazabal a punto de cantar para una pequeña multitud. Otra vez llegaba tarde.

No sé cómo fue pero poco a poco me fui metiendo entre la gente y acabé en tercera fila y tuve una visión bastante aceptable. ¡Qué bien sonaban tan cerquita; sin escenarios, sin micros y sin Onda Cádiz y Canal Sur por medio!




Cuando acabaron el repertorio y antes de que se disolviera el grupo le pedí a uno de ellos que por favor cantaran el pasodoble de los estudiantes. Para mi significaba mucho. Lo habían cantando en cuartos de final cuando yo todavía tenía exámenes de facultad. Recuerdo que los vi en la televisión con unos apuntes en la mano repasando el temario para el examen del día siguiente. Nunca me había sentido tan identificada con un pasodoble. Sin embargo, no lo cantaron porque tenían que ir a comer. Cuando le pregunté donde iban a cantar después del descanso y me contestaron que en la Viña, le dije a Javi, “porfavor, cantad la de los estudiantes que yo voy a estar allí”.

Por eso, tras una buena merienda en la plaza de Las Flores, donde tomamos chocolate y churros calentitos para reponernos del frio y del cansancio que teníamos, nos fuimos al barrio de la Viña. En el rincocito más humilde y carnavalesco de la ciudad de Cádiz vimos actuar al cuarteto ganador “ Los que están al pie del cañón”, que durante el concurso me sorprendió cantidad. El Lerele tiene un arte que no puede con él. Con la rumbita del pollito me reí muchísimo y cuando Casimiro imitaba a la iguana “King Kong” me tiraba por los suelos. Un primer premio muy merecido en cuarteto para mi criterio.


En otro escenario, en la calle de la Palma vi por fin de categoría a Los Gatos Callejeros. Me puse en primera fila. El objetivo estaba cumplido y para rematar la faena cantaron el pasodoble de los estudiantes. Cuando escuché “ Seguramente tengas un test en las manos…” me emocioné muchísimo. No sé si fue casualidad o que realmente respondieron a mi petición pero yo  prefiero creer que fue lo segundo. 


Comparsa Los Gatos Callejeros en La Viña

En el autobús de vuelta no paraba de hablar con mi madre y mi prima del día que habíamos vivido. De lo que nos habíamos reído con las chirigotas, lo que habíamos disfrutado con el coro y con el chocolate caliente y lo que nos habíamos emocionado con la comparsa. Un poco más atrás, sentados en el mismo bus estaba Kike Remolino y algunos de los componentes de su chirigota. Hacían bromas y estaban bastante animados, excepto Kike que se le veía cansado y apoyaba la cabeza en el asiento delantero. Era totalmente comprensible, estos días tienen que acabar con todos los carnavaleros. 

Por la noche, ya metida en la cama estuve pensando. No se me da bien ningún tema. No me interesa la moda, no tengo ni idea de deportes, no soy buena en economía, no soy experta en música ni en nada de eso. Sin embargo, me entusiasma el carnaval y aunque no soy una maestra no me importaría moverme por este mundillo que aúna arte, protesta y pasión.

Decidí hacer un blog para hablar de carnaval por puro placer y para aprender más. Siempre aprendiendo y mejorando. Ganas no me faltaban. Lo que necesité fue un empujoncito de entusiasmo. Quiero creer que ese lunes se pego a mí el duende de febrero.

 Esta es toda mi argumentación de por qué he abierto este espacio, bienvenidos sois todos los que quieran disfrutar del carnaval de Cádiz, una fiesta histórica que para aquellos que aún no lo sepan en 2009 entró a formar parte de la lista de los diez Tesoros de Patrimonio Cultural Inmaterial de España.


Un abrazo y un saludo, de una duendecilla que nació en julio hace 20 años pero que vuelve a renacer cada febrero.











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