Ya me iba
sin verlos. Empezaba el segundo cuatrimestre de tercero de carrera el lunes 11 de febrero, festivo en Cádiz y el
día más puro y divino para vivir el verdadero carnaval. Ya me iba sin verlos
pero me quede sin billete de tren.
El viernes,
en la final del Gran Teatro Falla, los eche de menos; el sábado los busqué
entre botellonas y borrachos, no había ni rastro de ellos, eso sí, fue uno de
los disfraces que más se repitió en la noche y el domingo volví a insistir y me
recorrí todo Cádiz escudriñando sus calles y sus plazas en busca de estos
felinos tan escurridizos.
El lunes,
antes de saber que no volvería a Sevilla, retenía una pena muy grande de los
días anteriores. Estaba deseando verlos, me había quedado con ganas de
escucharlos en “la gran final”. Investigué
en la red: web oficial, twitter, facebook…un trabajo que me llevó un rato pero
finalmente tenía todas las pistas para seguir sus huellas por La Tacita.
Sobre las
tres y media de la tarde cogí el autobús con mi prima y mi madre. Teníamos
claro el objetivo del día: ver a Los Gatos Callejeros bien cerquita. Cuando
bajamos del bus nos pusimos manos a la obra. La primera pista nos llevaba a San
Antonio pero de camino, en una plaza Candelaria abarrotada, nos tropezamos con
el concurso de chirigotas de la peña de La Estrella. En ese momento actuaban
unos caracoles que no los había visto antes y nos paramos a escucharlos un rato.
Estuvieron geniales; el estribillo muy simpático y participativo. Todo el
público acabó cantando “Rajoy, saca los
cuernos y ponte al sol” y tras esta agrupación salieron los curas y las
beatas más encantadores de Cádiz. La chirigota del Sheriff, como siempre, nos
hizo reír y pasar un buen rato. Como ese
día la noticia era la dimisión del Papa no faltó las bromas sobre el asunto y
tanto gaditanos como visitantes estaban volcados con los chistes del Lulú y el
Sheriff. La multitud acabó coreando el estribillo que tenía incluso
coreografía.
Actuación de la chirigota Los Secretos en la plaza Candelaria |
Tras
disfrutar un poco de las buenas chirigotas, volvimos a las andadas. En cada
esquina una ilegal llenaba las calles. Una pena que no existan horas para poder
escuchar cada una de las agrupaciones que conquistaban cada rincón. De camino
todavía a San Antonio, en la calle Ancha nos encontramos el coro Khumbayá. Si soy sincera no soy mucho de coros pero este me cautivó
desde el primer momento por el tipo. Nos paramos a escucharlos y me sorprendió
sobremanera lo bonito que sonaba.
Cuando finalizaron la actuación nos acercamos, me hice una foto con Rubén, el bombo de la agrupación de los Carapapas y le preguntamos donde actuaban después. Nos dijeron que en frente del Cañón, un ultramarino bastante conocido en Cádiz. Decidimos ir antes que nadie para coger sitio. ¡Qué ilusas!, cuando llegamos estaba el coro La Cañonera y no entraba un alfiler. A base de empujones conseguimos un buen sitio en la plaza y escuchamos el final de la actuación.
Con Rubén, componente de la comparsa Los Gatos Callejeros |
Por allí no aparecía ningún minino; hasta que llegó
Zeus de rojo con su saxofón de tubos reciclados y con dos colas: la del disfraz
y otra de niñas que le seguían. Total, que nos unimos y airada descubrí que
estaban en un lado de la plaza Mendazabal a punto de cantar para una pequeña
multitud. Otra vez llegaba tarde.
No sé cómo fue pero poco a poco me fui metiendo entre
la gente y acabé en tercera fila y tuve una visión bastante aceptable. ¡Qué
bien sonaban tan cerquita; sin escenarios, sin micros y sin Onda Cádiz y Canal
Sur por medio!
Cuando acabaron el repertorio y antes de que se disolviera
el grupo le pedí a uno de ellos que por favor cantaran el pasodoble de los
estudiantes. Para mi significaba mucho. Lo habían cantando en cuartos de final
cuando yo todavía tenía exámenes de facultad. Recuerdo que los vi en la
televisión con unos apuntes en la mano repasando el temario para el examen del
día siguiente. Nunca me había sentido tan identificada con un pasodoble. Sin
embargo, no lo cantaron porque tenían que ir a comer. Cuando le pregunté donde
iban a cantar después del descanso y me contestaron que en la Viña, le dije a
Javi, “porfavor, cantad la de los estudiantes que yo voy a estar allí”.
Por eso, tras una buena merienda en la plaza de Las
Flores, donde tomamos chocolate y churros calentitos para reponernos del frio y
del cansancio que teníamos, nos fuimos al barrio de la Viña. En el rincocito
más humilde y carnavalesco de la ciudad de Cádiz vimos actuar al cuarteto
ganador “ Los que están al pie del cañón”, que durante el concurso me
sorprendió cantidad. El Lerele tiene un arte que no puede con él. Con la
rumbita del pollito me reí muchísimo y cuando Casimiro imitaba a la iguana “King
Kong” me tiraba por los suelos. Un primer premio muy merecido en cuarteto para
mi criterio.
En otro escenario, en la calle de la Palma vi por fin de categoría a Los Gatos Callejeros. Me puse en primera fila. El objetivo estaba cumplido y para rematar la faena cantaron el pasodoble de los estudiantes. Cuando escuché “ Seguramente tengas un test en las manos…” me emocioné muchísimo. No sé si fue casualidad o que realmente respondieron a mi petición pero yo prefiero creer que fue lo segundo.
En el autobús de vuelta no paraba de hablar con mi madre y mi prima del día que habíamos vivido. De lo que nos habíamos reído con las chirigotas, lo que habíamos disfrutado con el coro y con el chocolate caliente y lo que nos habíamos emocionado con la comparsa. Un poco más atrás, sentados en el mismo bus estaba Kike Remolino y algunos de los componentes de su chirigota. Hacían bromas y estaban bastante animados, excepto Kike que se le veía cansado y apoyaba la cabeza en el asiento delantero. Era totalmente comprensible, estos días tienen que acabar con todos los carnavaleros.
Por la noche, ya metida en la cama estuve pensando. No se me da bien ningún tema. No me interesa la moda, no tengo ni idea de deportes, no soy buena en economía, no soy experta en música ni en nada de eso. Sin embargo, me entusiasma el carnaval y aunque no soy una maestra no me importaría moverme por este mundillo que aúna arte, protesta y pasión.
Decidí hacer un blog para hablar de carnaval por puro placer y para aprender más. Siempre aprendiendo y mejorando. Ganas no me faltaban. Lo que necesité fue un empujoncito de entusiasmo. Quiero creer que ese lunes se pego a mí el duende de febrero.
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